jueves, 20 de agosto de 2015

¿Por qué escribir nuestras experiencias pedagógicas?


                Sin duda las respuestas a esta pregunta pueden ser muchas y diversas, hay desde razones personales hasta profesionales por las cuales resulta una práctica positiva narrar y compartir nuestras experiencias como docentes. Aquí damos algunas pistas de porqué, como Movimiento Pedagógico, apostamos a la documentación narrativa de experiencias pedagógicas.



Hoy en Chile está en pleno debate el sentido del desarrollo profesional docente. ¿En qué consiste?, ¿cómo damos cuenta del mismo? Certificados, diplomas, años de ejercicio, son las primeras propuestas que aparecen, pero éstas difícilmente denotan la centralidad de la experiencia de aula para nuestro desarrollo profesional. Con la sistematización de experiencias, podemos dar cuenta de lo complejo del quehacer docente y de la diversidad de criterios, razones y emociones que se ponen en juego cada vez que tomamos decisiones.  

Otro punto fundamental en el desarrollo profesional docente es el aprendizaje entre pares. El ejercicio docente tiene muy poco de solitario, aunque generalmente se lo represente como un profesor o profesora sola frente a un grupo de estudiantes. Nos desempeñamos en comunidades educativas donde el quehacer de nuestros pares influye en nuestro desempeño, y donde, de hecho, nos necesitamos unos a otros. La sistematización de experiencias es una metodología que parte de la base de que tanto el aprendizaje como la construcción de conocimientos son colectivos. Se trata de una dinámica de reflexión crítica entre pares.      

Finalmente, cuando se habla de educación, los últimos en ser escuchados son los profesores y profesoras que están en las escuelas, día a día, educando. La voz de los docentes debe ser relevada, y el primer paso para esto es reconocernos nosotros como productores de conocimiento, aprender a sistematizarlo y a transmitirlo. Con la documentación narrativa de experiencias reflexionamos y adquirimos diferentes niveles de conciencia sobre nuestro quehacer, construimos identidad docente y damos cuenta de la especificidad de nuestros saberes. En palabras de Mauricio Nuñez (2015):

“el espacio para la emergencia de la palabra docente, para su escritura y su puesta en comunidad es aún, en la perspectiva temporal, un espacio político no ganado. Aun testimoniando el éxito en la propuesta, siguen siendo, en términos globales, experiencias marginales, que atraen, que seducen, que pueden convencer por su alto impacto, pero que no se condicen con las políticas mundiales vigentes en educación, orientadas por el modelo de escuela eficaz. No por ello vamos a claudicar en los esfuerzos por constituir nuestros bagajes de saberes profesionales. No por ello vamos a dejar de escucharnos y leernos, sobre todo cuando la palabra emerge con vida propia y da cuenta de la experiencia. Al contrario, por ello estamos dispuestos a seguir luchando por salir cada vez más de la marginalidad y ver restituir al sujeto docente como protagonista de los procesos de profesionalización, verlo reapropiarse de su vida otorgándole siempre nuevos sentidos”.
   

Para profundizar en este tema, te recomendamos la lectura del artículo ¡Profesores, a escribir! Pero... ¿para qué? La escritura de relatos como un acto de resistencia a la falta de sentidos, del profesor Mauricio Núñez (Departamento de Estudios Pedagógicos de la Universidad de Chile), publicado recientemente por la revista Docencia, número 55, mayo de 2015




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