Sin
duda las respuestas a esta pregunta pueden ser muchas y diversas, hay desde
razones personales hasta profesionales por las cuales resulta una práctica
positiva narrar y compartir nuestras experiencias como docentes. Aquí
damos algunas pistas de porqué, como Movimiento Pedagógico, apostamos a la
documentación narrativa de experiencias pedagógicas.
Hoy en Chile está en pleno debate el sentido del desarrollo profesional docente. ¿En qué
consiste?, ¿cómo damos cuenta del mismo? Certificados, diplomas, años de
ejercicio, son las primeras propuestas que aparecen, pero éstas difícilmente
denotan la centralidad de la
experiencia de aula para nuestro desarrollo profesional. Con la
sistematización de experiencias, podemos dar cuenta de lo complejo del
quehacer docente y de la diversidad de criterios, razones y emociones que se
ponen en juego cada vez que tomamos decisiones.
Otro punto fundamental en el desarrollo profesional docente
es el aprendizaje entre pares. El
ejercicio docente tiene muy poco de solitario, aunque generalmente se lo
represente como un profesor o profesora sola frente a un grupo de estudiantes.
Nos desempeñamos en comunidades educativas donde el quehacer de nuestros pares
influye en nuestro desempeño, y donde, de hecho, nos necesitamos unos a otros.
La sistematización de experiencias es una metodología que parte de la base de
que tanto el aprendizaje como la construcción de conocimientos son colectivos.
Se trata de una dinámica de reflexión crítica entre pares.
Finalmente, cuando se habla de educación, los últimos en ser
escuchados son los profesores y profesoras que están en las escuelas, día a
día, educando. La voz de los docentes
debe ser relevada, y el primer paso para esto es reconocernos nosotros como
productores de conocimiento, aprender a sistematizarlo y a transmitirlo. Con la
documentación narrativa de experiencias reflexionamos y adquirimos diferentes
niveles de conciencia sobre nuestro quehacer, construimos identidad docente y
damos cuenta de la especificidad de nuestros saberes. En palabras de Mauricio
Nuñez (2015):
“el espacio para la emergencia de la palabra
docente, para su escritura y su puesta en comunidad es aún, en la perspectiva
temporal, un espacio político no ganado. Aun testimoniando el éxito en la
propuesta, siguen siendo, en términos globales, experiencias marginales, que
atraen, que seducen, que pueden convencer por su alto impacto, pero que no se
condicen con las políticas mundiales vigentes en educación, orientadas por el
modelo de escuela eficaz. No por ello vamos a claudicar en los esfuerzos por
constituir nuestros bagajes de saberes profesionales. No por ello vamos a dejar
de escucharnos y leernos, sobre todo cuando la palabra emerge con vida propia y
da cuenta de la experiencia. Al contrario, por ello estamos dispuestos a seguir
luchando por salir cada vez más de la marginalidad y ver restituir al sujeto
docente como protagonista de los procesos de profesionalización, verlo
reapropiarse de su vida otorgándole siempre nuevos sentidos”.
Para profundizar en este tema, te recomendamos la lectura
del artículo ¡Profesores, a escribir! Pero... ¿para qué? La escritura de
relatos como un acto de resistencia a la falta de sentidos, del
profesor Mauricio Núñez (Departamento de Estudios Pedagógicos
de la Universidad de Chile), publicado recientemente por la revista Docencia, número 55, mayo de 2015.